martes, 31 de julio de 2007

Suceden los días en rojo

EXTREMODURO: SUCEDE


En Desayuno con diamantes, Audrey Hepburn y George Peppard tienen la siguiente conversación:

— ¿Conoce usted esos días en los que se ve todo de color rojo?
— ¿Color rojo? querrá decir negro.
— No, se puede tener un dia negro porque una se engorda o porque ha llovido demasiado, estás triste y nada más. Pero los días rojos son terribles, de repente se tiene miedo y no se sabe por qué.

Los desarreglos hormonales son terribles. Tu organismo, mensualmente, te somete a su control absoluto y despiadado, te llames Audrey Hepburn, Margaret Dumont o Letizia Ortiz. Ninguna se escapa. Yo paso de la ira más terrorífica a la tristeza más desoladora, y lloro y me río y grito, y pego zarpazos al que me pilla por delante, me da igual de quién se trate. Eso son los días rojos, la tiranía de las hormonas, la abducción de tu cuerpo y tu mente por parte de una fuerza que, aunque conoces, eres incapaz de comprender porque no admite diálogos, ni treguas ni negociaciones. En fin, los días rojos.

Cuando me enfado mucho, cuando estoy en un estado permanente de cabreo que despierta mis peores instintos, escucho a Extremoduro, si puede ser a un volumen bastante elevado. Me valen todos los clásicos: Deltoya, Sol de invierno, Dónde están mis amigos, Bribliblibli, Como un reloj... Al oir la desagradable voz de Robe y esa rabia que contienen casi todas sus letras, siento que mi sitio en el mundo está justificado, que somos muchos los que desatamos tormentas sin rechistar y así aplaco un poco mi furia, mi animal se calma y espero pacientemente a que pase el temporal.

En Agila Robe coge el poema Walking around de Pablo Neruda y a partir de su verso inicial surge Sucede. Vale, es mucho poner en la turmix a Neruda, los días rojos, Audrey y Robe, pero qué quieren, estos días tengo derecho a todo. Yo jamás habría sido capaz de escribir sucede que me canso de ser hombre pero tampoco habría podido continuar con eso de sucede que me canso de mi piel y de mi cara. Como tampoco habría podido describir de manera tan sencilla la sensación de un día rojo: de repente se tiene miedo y no se sabe por qué. Sólo queda guarecerse de las turbulencias, del sol, de las personas, las peluquerías que te hacen llorar a gritos y subir mucho la música. ¿Quién quiere saber si estoy quemado o escondo un corazón helado y quema mi ser?

Ayyy, los días rojos...




WALKING AROUND
PABLO NERUDA ("Residencia en la tierra")


Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.

Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos,
aterido, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.

2 comentarios:

Pedro Miguel dijo...

Un poema que se me triangula con "días rojos" y con el Walking around nerudiano:

TINTA SECA

¿Quién ruido? ¿quién garganta?
¿De dónde estatua
si con reloj en mano
un estuario se abre entre la tinta
y extiende
la piel de tantas cosas,
de tantos nombres que revientan
en la resaca de la luz turbada
y embriagante?
¿Quién Ofelia, o Beatriz, o Laura en la nevada,
si el trapo de la sangre raya el día,
si estamos con la espuma
abrasada hasta el cuello
y moviéndonos quietos como el ancla?

En la helada quimera de la línea
hay un punto de herencia y rostro espeso
que, de pronto, en la brea de la tarde,
o en la orquídea natal de la tristeza,
o en las bestias pacientes de pezuñas,
nos pone en pie,
y como el ciego
peleamos las esquinas ante aquellos
que ignoran sueños, voces,
escafandras de dicha envueltas con las gotas
de luz multiplicada.
Así, estructuras
de pozos o cereales, o casas o mercados,
de tanto mover sitios o costumbres
crecen entre habitantes y ciudades,
se extienden nubes ocres, elogios de llanuras,
serrín de agua,
respiración del lodo,
severas rocas,
cavilación del hombre en la vergüenza.
Así, en el quicio de un abrazo
o en el esquife de un espectro,
paseando largamente, cerrando el corazón
bajo un zumbido de élitros,
atrás del tiempo y de un jardín ardiendo,
hay un sitio precario,
de moho y de ceguera
donde una mano larga, torpe,
muerta de angustia clandestina
nos agarra la lengua,
nos vuelve estopa la garganta,
nos enrolla este grito a la saliva
y se deshace y sangra la palabra.

Juan Bañuelos
Espejo humeante (1968)

Margaret Dumont dijo...

Precioso, me ha encantado. Hoy es un día rojo, rojísimo. Hoy me muevo quieta como un ancla y quizás por eso he roto mi desconexión vacacional, porque todas las calles se me antojan cuesta arriba y necesitaba autopistas virtuales.

Yo que venía a reverdecer con el norte y me encuentro con lo más gris de mi vida y de mí misma. Qué más da, no son más que paranoyas propias de un día rojo. Otro más.

Menos mal que me iré conduciendo con Extremoduro a todo volumen. :)