martes, 19 de febrero de 2008

Los faraones de la ciudad

LOQUILLO Y LOS TROGLODITAS: JOHN MILNER


Ya tenía yo ganas de comentar este temazo, tenía ganas de homenajear al good old rock and roll y más aún en un día gris, lluvioso, de tensiones físicas y mentales en el que es necesario oxigenarse un poco entrecerrando los ojos. Viva el rock.

Cuando yo tenía 9 años me enamoré perdidamente de David Summers y cuando crecí un poco, sobre los 12 o 14 cambié a mi ídolo por un hombretón nacido en El Clot barcelonés que rugía con chulería y desparpajo: José María Sanz, Loquillo. Me tragué todos sus discos y me aprendí de manera enfermiza miles de letras que aún recuerdo, pero llegó la post-adolescencia y aparqué al Loco, a la vez que él aparcaba un poco la calidad en sus discos y se ponía la bufanda de chansonnier y poeta, que para mi gusto siempre le ha quedado bastante grande. El Loco se convertía en un personaje mediático, opinador profesional, y a mí me iba repugnando cada día un poquito más hasta que definitivamente lo clasifiqué como un personaje risible y prepotente, algo que en parte sigo opinando.

Pero con el tiempo, le he escuchado con más atención y, en gratitud por los años en los que al fin y al cabo me regaló momentos inolvidables (tardes de domingo, noches frente a la tele viendo conciertos, cuadernos enteros con letras garabateadas) he ido a verle en directo un par de veces y entonces he comprendido todo. Cómo pude ser tan tonta. Loquillo vive el rock and roll, y se lo cree. Para su puesta en escena, no ya la del directo sino la de su propio personaje, utiliza toda la parafernalia a su alcance. Y esto puede hacernos reír, puede resultarnos desfasado, soberbio, lo que sea, pero el caso es que es una actitud y como él mismo dice en muchas ocasiones, si no te crees lo que haces, no llegarás a nada. Esto es mucho más fácil de entender cuando uno va a un concierto y ve de cerca su imagen de dos metros, imponente, y siente cómo todavía se le humedecen los ojos al cantar Rock suave o Autopista. Y pones esas sensaciones por encima de la personalidad un poco petulante de este tipo, cuestionable tal y como se desprende de Corre, rocker, el libro que escribió Sabino Méndez en el que le tacha de ingrato y otras lindezas más. Pero eso no importa si entiendes realmente lo que rige la carrera de Sanz, que por cierto siempre ha apoyado a los rockeros de su generación que no han tenido tanta suerte como él (Urrutia, Burning y demás).

Entonces es cuando cobra sentido una letra emocionante como la de John Milner un canto al rock and roll clásico que tanto le gusta a Loquillo, cuya melancolía comparto al 100%. Este tema se incluía en Mientras respiremos (1993), el último lp que me compré de él y de hecho, digo sin miedo a equivocarme que desde el doble directo, de todo lo que ha grabado ésta es la única canción que me conmueve, que procuro escuchar de vez en cuando porque me pone la piel un poquito de gallina. Y es que esto es un homenaje a los viejos tiempos, al rock and roll adolescente que se introducía en tu vida como una actitud ante los problemas y las miserias cotidianas. Loquillo cuenta que cuando se estrenó Grease en 1978, él y otros rockers destrozaron la marquesina del cine barcelonés en el que se exhibía porque les parecía un insulto aquella parodia de cazadoras de cuero y baladas ñoñas. Sin embargo, American Graffitti es otra historia y en ella se basa esta canción, en la historia de los jóvenes que recorren la ciudad durante su última noche juntos, sin saber que están dejando atrás la felicidad de la adolescencia y entrando de lleno en el horror de la madurez y la edad adulta. Dirigida en 1973 por George Lucas y producida por Coppola, American Graffitti es la primera película cuya banda sonora está formada por canciones, algo tan habitual hoy en día que entonces fue un mal menor, porque no había presupuesto para componer una partitura. Y gracias a esos números rojos, disfrutamos de grandes clásicos como Buddy Holly o Bill Halley.

John Milner es el personaje más mayor, aficionado a los coches y las carreras, que quiere ligar con las chicas llevándolas en su carro, y por un malentendido se verá obligado a pasar toda la noche con una menor de 12 años de copiloto, ante las amenazas de ésta de gritar que es un violador si no la lleva de paseo. Milner será el único que se quede en el pueblo porque, al contrario que sus amigos, no se va a la universidad o a vivir a otro lugar. Mi personaje favorito es el chico que se enamora de una chica que entrevé tras el cristal de un asiento trasero y pasa toda la noche buscándola, pero eso es otra historia. El caso es que John Milner representa la esencia del rock and roll, en los años en los que Buddy Holly se ha estrellado en su avión (principios de los 60) y los buenos tiempos tocan a su fin, por eso Loquillo decide hablar de él en esta canción que habla de su propia juventud y de cómo, al igual que el rock and roll, los días felices acaban por esfumarse dando lugar a algo más viejo, más frío, más gris.


LOQUILLO: JOHN MILNER
(Mientras respiremos - 1993)






La escena era concreta
Camiseta blanca y unos jeans
apuraba aquel pitillo,
orgulloso y viril, con la mirada ceñida a los canones de Jimmy Dean:
grasientos los cabellos, botas claveteadas,
esperando ver llegar el fin de semana.
Te aseguro que nada me importaba
el futuro que nos esperaba.

Tenía una novia sencilla y feliz que era la viva imagen de Marilyn
y unos amigos con quienes jugar a ser los faraones de la ciudad.
Callejeando siempre en busca de acción, moviéndonos al ritmo del viejo R&R,
llegamos a ese punto de inflexión que separa la realidad de la ficción.

John Milner ya no vive aquí.
Lentamente se llevó parte de mí;
y ahora que todo es más viejo, más frío y más gris
y sientes como el tiempo va por ti,
cuando la nostalgia daña mi corazón
una voz conocida hace su aparición:
la música al infierno voló
el día que Buddy Holly murió.

Estoy hablando de los viejos tiempos
esos que ya no volverán
las drogas terminaron por estropear
las pequeñas cosas que nos hicieron amar
la amistad, nuestra pequeña libertad
y ese tren sin rumbo ni dirección
ya no para, ya no se para en cada estación.

Los muchachos del verano se dijeron adiós
el día que Buddy Holly, murió.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cómo me ha gustado la reflexión loquillera! yo tenía una pequeña lucha interna entre lo mucho que me gustaban los temas de Loquillo y lo mucho que lo estrangularía a él cada vez que lo veía con su pose redicha en una entrevista. Pero claro, es eso, es que él vive en el micromundo que se ha creado y en el que esa chulería es imprescindible, qué falta de empatía la nuestra...

Como anecdotilla personal diré que a los pubs donde voy (y que el ambiente lo permite) siempre me acerco al Dj y pido La mataré. Sé que él ya no la canta, que ha renegado de ella por que no está el patio para dar pávulo a maltratadores. Pero es que yo no la quiero llevar a ese terreno, entiendo que es un llanto metafórcio y que no se trata de atentar contra la vida de nadie, es sólo el desespero que produce el abandono...

Gracias por este blog!!

Margaret Dumont dijo...

¡Gracias por el amable comentario!

A mí me da mucha pena que no cante La mataré, son tonterías de la corrección política (típico de Loquillo). Que entiendo que ahora todo ha cambiado, pero vaya, era un homenaje a los Chichos y el sentimiento tan humano de la posesión, "la maté porque era mía" y esas cosas. Todos entendíamos que no se defendía la violencia de género pero supongo que ahora corren tiempos de cogérsela con pinzas para todo. :)