lunes, 25 de mayo de 2009

Un Negroni, por favor

JOSELE SANTIAGO: BUONANOTTE FIORELLINO
La tristezza passerà domattina


El Negroni es el cóctel típico de Florencia: ginebra, martini y campari a partes iguales, con una rodaja de naranja y un poco de hielo. Al principio sorprende un poco y tira a agrio pero luego, como cantaba Cooper, el éxito es como beber licor, sienta bien aunque es amargo su sabor. Al segundo Negroni uno ya ve la vida de color Negroni, que es un tono anaranjado oscuro, con toques de rojo brillante, como un bitter kas a la mediterránea. Entonces das por buenas las caminatas de horas y horas por una ciudad sucia en la que el calor es insoportable. Te paras a reflexionar y todo lo que cabe en tu cabeza es belleza: una plaza llena de estatuas colosales, como un museo al aire libre; un río en el que se agolpan casitas de juguete; una catedral y sus alrededores que asustan de lo enormes que son ("¡yo nunca había visto una catedral de color verde!"); una impresionante colección de pinturas y esculturas; un concierto improvisado de un músico callejero (le perdonas aunque toque a Fito) en el atardecer del Ponte Vecchio...

Al segundo Negroni llegan también las risas y los momentos absurdos. Cuando le dices "Bye!" a tu casera y te contesta "¡Voy!"; cuando estrechas la mano de un desconocido con un efusivo "Ciaaaaaaaaaaao!" y eso que no sabes hablar italiano; cuando acabas haciéndote fotos con un camarero mejicano que no deja de inventarse bromas (probablemente para ganarse una propina que nunca existió); cuando dormitas en el banco de un museo junto a una japonesa viejecita que hace lo propio; cuando burlas la vigilancia para hacer una foto del trasero del David; cuando encuentras un busto de alguien con aires indies...

O cuando te paseas por un mercadillo nocturno y durante 5 o 6 puestos no puedes dejar de reir, sin emitir palabra inteligible alguna, y hasta llegar a coger unos consoladores de cerámica sin saber lo que son. Finalmente llegas a un puesto en el que surge un argentino que inicia una conversación más o menos lúcida, que de repente se arranca con un tango y tú, inexplicablemente, entonas Buonanotte Fiorellino y un coro de risas italianas al otro lado del puesto te sorprende e incluso parece que quiere seguirte... Pero a ti te brilla la mirada, llena de Negroni, porque tú estás cantando la versión que hace Josele Santiago de esta nana y eso, ya se sabe, es todo un mini-momento.

48 horas dan para mucho, si se saben aprovechar. :)

Josele Santiago: Buonanotte Fiorellino (Garabatos, 2006)

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