domingo, 12 de junio de 2011

Nuevos usos y costumbres musicales

DORIS DAY: QUÉ SERÁ, SERÁ
What will I be?


Decíamos ayer*... que los nuevos tiempos avanzan con una velocidad imparable y lo devoran todo a su paso, nuestras almas, nuestras vidas privadas y nuestra esencia como seres humanos, si es que alguna vez la tuvimos. Podríamos citar cientos de pequeños actos cotidianos que han cambiado con una rotundidad desmedida, no proporcional al paso de los años. Quizás en la última década se haya vivido una revolución tecnológica que a efectos prácticos ha supuesto un avance de medio siglo, si pensamos que no hace tanto sólo existía una cuenta de correo electrónico en las oficinas o las conexiones a internet eran con módem telefónico.

Por lo que a mí respecta, mi naturaleza más bien conservadora me hace incorporarme tarde pero de pleno a los avances, no sin cierto vértigo y mucha nostalgia por esos tiempos en los que uno dejaba recados para que le devolvieran las llamadas o llevaba fotos a revelar. Pero sin duda lo que más me llama la atención es, por si no lo han adivinado ya, todo lo relacionado con el consumo de música. Y me surgen ciertas inquietudes que les transmitiré en forma de preguntas.

Yo antes escuchaba centenares de veces seguidas los discos que me compraba o me regalaban. ¿He perdido el interés o ha bajado la calidad de los discos?

¿Será que la pérdida del formato físico ha provocado de alguna manera una despersonalización del producto (no se toca, no hay caja, no hay libreto) y con ello una desvinculación por parte del oyente?

¿Será que la posibilidad de tener a nuestra disposición millones de canciones, gratuitas o no, nos dificulta la elección y por tanto nos lleva a perder el interés? ¿El bosque no nos deja ver el árbol?

Abro hoy una serie de breves reflexiones sobre este tema que en los últimos tiempos ocupa bastantes horas de reflexión en mi maltrecha cabeza.


#1. "A la carta". Quien come de buffet siempre deja de probar algo.

Supongo que ya habrán oído esta expresión en los últimos años aplicada a contenidos digitales: televisión a la carta, música a la carta. Se trata de que, por poner un ejemplo, el televidente ya no tiene por qué tragarse una serie de programas que no le interesan o soportar la tiranía de los horarios para ver algo, ya que puede elegir su "menú" televisivo en la web correspondiente. Uno ve sus series favoritas, informativos, contenidos especiales... todo cuando y como quiere.

Durante mi periplo alemán, recién llegada, tuve ocasión de ver (por cierto, a la carta) el "Operación Triunfo" de los teutones, que daría para varios post ya que se muestra a una panda de chavalitos y chavalitas con la edad justa para votar, en una academia en una isla caribeña, en la que el jurado vota a pie de playa, casi casi en la orillita. Jurado surrealista que preside el rubio de Modern Talking, que, ustedes me perdonarán, ahora mismo no sé cómo se llama. Sin desviarme, resulta que en uno de los programas un dúo de niñito y niñita destrozó el Qué será, será que popularizó Doris Day en El hombre que sabía demasiado. Ante la crítica feroz del jurado, uno de ellos adujo inocentemente que jamás había oído antes la canción y por eso no se sentía cómodo cantándola, ante lo cual el tribunal a pie de playa reaccionó aún con más dureza, alucinados por lo que consideraban una muestra de ignorancia supina. Viendo el programa con más gente, alguien se unió a este argumento, defendiendo que el Qué será, será lo hemos escuchado todos hasta la saciedad.

¡Bingo! "Todos", he ahí la cuestión. No se trata de que alguien sea demasiado joven para conocer una canción de los años 50, sino de que hoy en día ya no existe una radio o una televisión en la que uno se traga todo y retiene nombres y canciones que no necesariamente le gusten. Ya no está esa emisora que tu padre escuchaba y en la que te acostumbraste a oir esa canción que luego conoces y recuerdas únicamente por eso, porque nadie se hizo una lista de reproducción "a la carta". Dejando al margen que la presencia de la música como contenido en la televisión es irrisoria, nadie ve programas en los que suenen canciones de otro tiempo porque una generación que probablemente no conoce a Doris Day o Hitchcock, sólo consume lo que le interesa. Y esto no es una perogrullada, párense a pensarlo, tiene que ver con unos tiempos en los que uno sigue un camino y no se para a ver desvíos ni alternativas, aunque sea para ejercer la única libertad, que es la de decidir no hacer o no consumir algo.

Por lo tanto, sin extenderme más, no se puede culpar a nadie de no haber oído el Qué será, será porque, seamos francos, ¿dónde suena esa canción hoy en día? Si Enrique Iglesias no hace una versión, difícilmente podremos encontrarla en ningún sitio.

Y ahora, por aclamación popular, la canción:



*No pregunten. ¿Para qué? Yo en ocasiones cuando reaparece un buen amigo no le digo de dónde viene, simplemente me alegro de verlo.